... POR ELOY MAESTRE
Devorando letra impresa a toda velocidad en este
aislamiento, cinco horas al día como mínimo, he leído un total de treinta y una
obras de Julio Verne, Benito Pérez Galdós y Ramón del Valle-Inclán. Salvo mi
mirada apasionada, casi nada une a estos autores dispares y geniales.
Citados por orden de antigüedad, no pueden considerarse
contemporáneos: Verne (1828 – 1905), Galdós (1843 – 1920) y Valle – Inclán
(1870 – 1936). Los dos primeros se consideran del siglo XIX y Valle- Inclán,
del XX.
De mayor a menor volumen he leído las obras siguientes:
14 de Valle – Inclán: Sonatas, Tirano Banderas, La corte de los milagros, Viva
mi dueño, Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de
antaño, Divinas palabras, Martes de Carnaval, Luces de bohemia, Cara de plata,
Águila de blasón, Romance de lobos y Jardín umbrío.
Diez de Verne: Cinco semanas en globo, Veinte mil leguas
de viaje submarino, Los hijos del Capitán Grant en América del Sur, Miguel
Strogoff, Viaje al centro de la Tierra, La vuelta al mundo en 80 días, Robur el
conquistador, Escuela de Robinsones, Un capitán de 15 años y De la Tierra a la
Luna.
Siete de Galdós: Fortunata y Jacinta, El amigo manso,
Marianela, Miau, Nazarín, Tristana y Misericordia.
Julio Verne fue un escritor científico
de novelas de viajes, pues todas se vehiculan con ellos. Ya sea caminando, en
barco, globo, avión – helicóptero, trineo, submarino, tren, elefante, a
caballo, incluso en bala de cañón, sus protagonistas viajan y nos describen sus
visiones.
La vuelta al mundo en 80 días es mi favorita. De ella se
han hecho películas, tebeos y canciones. Lo tiene todo: protagonista valiente y
generoso, joven hermosa salvada de perecer quemada viva, malo perseguidor, y un
secundario de lujo encarnado en su ágil criado. Posee unidad de acción, con
principio y final feliz para alegría de sus lectores: el protagonista gana su
apuesta y se casa con la chica. No se puede pedir más. Para mí es una novela redonda,
no excesivamente larga ni latosa, a salvo de las tediosas enumeraciones de
animales y plantas que Verne prodiga.
Igual que otras de sus novelas, De la Tierra a la Luna
resulta antecesora en descubrimientos científicos. Se desarrolla en Estados Unidos,
país por el que el francés Verne muestra, en esta y otras obras, una admiración
ilimitada. Cree capaces a sus habitantes de llevar a feliz término cualquier
empresa, por desmesurada o imposible que pareciese.
Los promotores del viaje a la Luna deciden que el
lanzamiento se realice desde territorio de Estados Unidos. La elección recae
sobre el estado de Florida, en concreto en los alrededores de la ciudad de
Tampa.
Verne dice: La Luna no describe alrededor de la Tierra
una circunferencia sino más bien una elipse de la que nuestro globo ocupa uno
de los centros, de ahí esa consecuencia de que la Tierra se encuentre unas
veces cerca de la Luna y otras más lejos, o, en términos astronómicos, unas
veces en su apogeo y otras en su perigeo… La distancia de perigeo de la Luna
(218.657 millas) es la que debe servir de base a los cálculos.
Si cada mes la Luna pasa por su perigeo, no
siempre se encuentra en el cenit (punto de cielo situado verticalmente encima
de la cabeza de un observador) en ese momento… Haciendo coincidir el perigeo de
la Luna con el cenit, la distancia entre la Tierra y la Luna se acorta hasta
214.976 millas. Punto en el que debe realizarse el lanzamiento.
Señalo como coincidencias que en el lanzamiento de Verne
fueron tres los astronautas en una bala de cañón, alcanzaron la Luna y dieron
vueltas alrededor de ella. Asimismo, la misión Apolo VIII llevó en 1968 tres
astronautas a la Luna, dieron tres vueltas alrededor y regresaron a la Tierra,
amerizando. El viaje duró 76 horas, en las que recorrieron 386.000 km. En
cuanto al lugar de lanzamiento, Tampa y Cabo Cañaveral, futuro centro
estadounidense de lanzamientos espaciales, apenas distan 200 km en línea recta.
Ambos puntos se sitúan en el paralelo 28, recomendado en la novela por el
Observatorio de Cambridge para el lanzamiento.
Benito Pérez Galdós. El centenario de su muerte
se celebra en este año 2020. Animado por el mismo, he completado la lectura de
sus Episodios Nacionales meses antes de la aparición de la pandemia. Poseo una
edición espléndida de Espasa Calpe en 23 tomos, conteniendo cada uno dos de
ellos para un total de 46 episodios. Cada Episodio está situado en su contexto
histórico, con profusión de datos, esquemas, fotografías, grabados y
comentarios de expertos.
No se puede hablar de Galdós sin citar sus Episodios
Nacionales, uno de los mayores monumentos históricos en lengua española de
todos los tiempos.
La Primera serie (1873 – 1875) trata de la Guerra de la
Independencia (1808 – 1907). La Segunda serie (1875 – 1879) coincide con las
luchas entre absolutistas y liberales hasta la muerte de Fernando VII en 1833.
La Tercera serie se dedica a la Primera Guerra Carlista (1833 – 1840). La
Cuarta serie se desarrolla entre la Revolución de 1848 y la caída de Isabel II
en 1868. La Quinta y última serie (1907 – 1912) queda incompleta y acaba con la
Restauración de Alfonso XII.
Mi preferida es Fortunata y Jacinta, novela cumbre del
siglo XIX, considerada por expertos y admiradores la mejor de dicho siglo,
junto con La Regenta de Clarín.
El trío amoroso, fuente de ríos de tinta por el mundo,
compuesto aquí de marido, esposa y amante, se completa en la novela con un
cuarto miembro, el marido de la amante. Este último es un alfeñique,
atormentado por enfermedades y su condición de cornudo consentidor.
Imposibilitado para las relaciones sexuales, enfermo permanente, planea
vigorosamente el asesinato de su adversario en sus momentos de lucidez.
Muestra la obra dos personajes femeninos poderosos: la
esposa Jacinta y la amante Fortunata. Dos masculinos declinantes: un don Juan
de tres al cuarto y un pobre enfermo cornudo. Y dos secundarios atractivos: un
hombre acaudalado apellidado Estupiñá, que viaja a menudo y considera Londres
el colmo de la elegancia y el buen vivir, y una mujer mayor muy piadosa, tía de
Estupiñá, a quien Fortunata llama despectivamente “obispa”. Ella sirve de nexo
entre las dos protagonistas, aunque abomina de su encuentro. Jacinta se muestra
estéril en su matrimonio. Por contra, nace una niña de la unión ilícita entre
Fortunata y el marido calavera. Esta niña mantiene la tensión emocional en el
último tercio de la novela. Resumiendo: una maravilla de principio a fin.
El anterior Ayuntamiento de Madrid tuvo el buen gusto de
cambiar decenas de nombres de calles de militares vencedores de nuestra
dolorosa Guerra Civil. Una calle aledaña a la mía donde compro el pan fue
nombrada Fortunata y Jacinta. Por ello, cada mañana asocio el perfume de pan y
bollería a la obra excelsa. A excepción de Don Quijote, esta es la única obra
literaria del callejero de la capital, al menos que yo sepa.
Ramón del Valle-Inclán. Poeta, novelista y
dramaturgo, fue uno de los mayores estilistas en nuestra lengua. Apenas
reconocido actualmente como poeta, en su carácter de novelista y dramaturgo
demostró su genialidad en el dominio de un idioma exquisito, sublime.
Entre sus novelas destacan las Sonatas: Primavera, Estío,
Otoño e Invierno, publicadas en su día por separado y en ediciones posteriores
siempre agrupadas. Fueron subtituladas como Memorias del Marqués de Bradomín.
El propio Valle – Inclán tildó sucesivamente al personaje de “Don Juan
admirable”, “Don Juan cinico, descreído y galante” y “feo, católico y
sentimental”, quizás la cita más utilizada. En cada Sonata, Bradomín discurre
sobre conquistas amorosas o anhelos de mujer.
Como homenaje a la figura literaria inmortal, el Rey
concedió el marquesado de Bradomín a los descendientes de Valle – Inclán en
1981.
Rubén Darío, poeta modernista como él, le conoció en una
estancia en Madrid. Congeniaron y le dedicó una poesía cuyo primer verso sirvió
en el futuro para definirle:
Este gran don Ramón de las barbas de chivo
cuya sonrisa es la flor de su figura,
parece un dios, altanero y esquivo
que se animase en la frialdad de su escritura
De sus novelas, mi favorita sigue siendo Tirano Banderas,
subtitulada Novela de tierra caliente. La creación de Don Santos Banderas,
general y presidente del imaginario país de Santa Fe de Tierra Firme, convierte
a este dictador en inmortal. La obra fue punta de lanza del subgénero literario
de novela de dictador, continuada en el tiempo por creadores americanos de la
talla de Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Augusto Roa Bastos y
Mario Vargas Llosa entre otros.
Con carlistas insignes en su familia, Valle – Inclán
escribió una trilogía de la guerra carlista: Los cruzados de la causa, El
resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño. Definió el movimiento
amorosamente: El carlismo tiene para mí el encanto de las grandes
catedrales, y en los tiempos de la guerra me hubiera contentado con que lo
declarasen monumento nacional.
El caballero Don Juan Manuel Montenegro, señor de horca y
cuchillo, protagoniza algunas de sus tragedias, denominadas curiosamente como
“comedias bárbaras”: Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de plata.
En su tiempo, Valle – Inclán apenas consiguió ver
representadas sus obras de teatro, que debieron esperar a la segunda mitad del
siglo XX, cuando el autor adquirió en las tablas su condición genial merecida.
Entonces se representaron a menudo sus tres tragedias capitales: Divinas
palabras, Luces de bohemia y Martes de carnaval.
Sus tragedias llevan el sello del esperpento: deformación
grotesca de la realidad. El término no es suyo, pero Valle – Inclán logró
popularizarlo en novelas y dramas. Así, subtitula Luces de bohemia. Esperpento,
y la trilogía recopilada en Martes de Carnaval. Esperpentos, que contiene La
hija del capitán. Las galas del difunto y Los cuernos de don Friolera.
Epílogo
En tiempos de confinamiento, la lectura de novelas de
ficción se torna imprescindible para escapar de la realidad. Especialmente los
libros de viajes nos permiten movernos imaginariamente hacia vastos horizontes
y descansar mentalmente.
Tengo oído que el libro más leído en las cárceles
españolas ha sido el Viaje a la Alcarria de nuestro Nobel, Camilo José Cela,
que relata un humilde viaje a pie por esa zona. En el mismo sentido, los presos
en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, dedicaban sus
abundantes ocios a pintar platos de los sabrosos manjares soñados, así
consolaban su carencia.
Leer nos abre
horizontes. Leamos pues.
No te considerarás ni un Verne, ni un Galdós, ni un Valle Inclán, pero con tu suelto tan bien escrito, no sólo me has proporcionado el placer de la lectura de lo escueto, sino que me has provocado una lectura imaginaria de estos autores que, quitando a Galdós con el que he vuelto a compartir tiempo recientemente, no leía hace mucho tiempo.
ResponderEliminarFelicidades