A sangre fría, de Truman
Capote, por Eloy Maestre
A sangre fría, obra
memorable del estadounidense Truman Capote, es la más extraordinaria novela del
siglo XX de no ficción, según el término anglosajón universalmente aceptado, es
decir basada estrictamente en hechos reales de principio a fin.
Cada vez que la releo me
asalta una sensación ambivalente: horror por los crímenes contados con extremo
detalle y maravilla por la fastuosidad del lenguaje y de la trama novelesca que
Capote logra.
Ficción y no ficción
El término ficción se
aplica a la novela o relatos inventados por el autor, y lo contrario parece que
debe ser no ficción. Frente a ello yo propongo otro término: relato verídico, (que
emplearé de aquí en adelante) sencillamente porque la partícula negativa
antepuesta a cualquier palabra: no ciudad, no muertos, me resulta brutal y
repulsiva en nuestro idioma, aparte de incomprensible significado. ¿Qué
significa no muerto? Es un término absurdo sacado del cine, para mí o estás
muerto o estás vivo, sin medias tintas.
Para evitar la partícula
negativa no delante de todo contamos en español con el prefijo in: maduro e
inmaduro; material e inmaterial; que pasa a ser im si la palabra comienza por
pe como preciso e impreciso; paciente e impaciente, y se queda a veces en una
sola i, como en legal e ilegal, lógico e ilógico.
El autor
Truman Capote (1924 – 1984) es autor de cuentos y novelas.
Sus relatos más conocidos fueron
Desayuno con diamantes, llevado al cine en película famosa protagonizada por
Audrey Herpburn, y A sangre fría, que se llevó al cine en 1967.
Capote se consideraba a
sí mismo como homosexual, alcohólico, drogadicto y un genio. Se vio envuelto en
procesos legales por conducta inapropiada y nos legó esta obra imperecedera de
terrible hermosura que le encumbró para siempre a las más altas cotas de la
literatura mundial.
La obra
Publicada originalmente
por capítulos en la revista literaria estadounidense New Yorker, A sangre fría apareció
como novela en su idioma original en el año 1965. Yo poseo una excelente traducción
de Fernando Rodríguez de la Editorial
Bruguera , 1ª Edición, enero de 1979.
A sangre fría cuenta la
historia del cruel asesinato de cuatro miembros de una familia: padre, madre,
hijo e hija, a manos de dos despiadados asesinos a la búsqueda de unas riquezas
inexistentes en el domicilio de los asesinados.
El sistema judicial
estadounidense, donde pervive la injusta condena a muerte, permitió conocer
esta historia en su integridad, desde el asesinato alevoso de la familia hasta
el asesinato legal de los asesinos por ahorcamiento.
Entrevistando a los
conocidos, vecinos, familiares y amigos de los asesinados, y con los
testimonios de los propios asesinos, Capote traza un panorama verídico y
completo de las vidas segadas y su entorno, y de los asesinos y sus
circunstancias vitales.
En la senda del mejor
periodismo de investigación, el autor no deja una persona sin historia ni un
detalle sin contar. Ello incluye los pormenores de la prolija investigación
realizada por un equipo de policías para descubrir a los culpables de tan
horrenda matanza.
Estilo
Capote habla por boca de
los actores del drama, los principales y los secundarios. Tras el asesinato de
las víctimas inocentes y la descripción del impacto que eso produjo en la
pequeña población, pasa a describir el peregrinaje de los asesinos y la caza
que la policía declara contra ellos.
Los asesinos caminaban a
pie, cuando deciden hacer auto-stop. Un coche se detiene y les lleva, conducido
por un tal señor Bell: “totalmente ignorante de las intenciones de sus
invitados (que incluían estrangularlo con un cinturón y abandonarlo, tras
robarle coche y dinero, en la inmensa fosa de la pradera), se alegraba de tener
compañía, alguien con quien hablar y que le mantuviera despierto hasta llegar a
Omaha.”
(Pag. 229)
La policía interroga a
Perry
- “Presta mucha atención, Perry, porque el señor
Duntz va a decirte dónde estabas la noche de aquel sábado. Dónde estabas y qué
hacías.
Asesinabas a la familia
Clutter, dijo Duntz.
Smith tragó saliva.
Empezó a frotarse las rodillas.
- Estabas allá en
Holcomb, en Kansas. En casa del señor Herbert W. Clutter. Y antes de salir de
aquella casa mataste a todas las personas que había en ella.
- Nunca. Yo nunca.
- ¿Nunca qué?
- Conocí a nadie que se
llamara Clutter.
Dewey le llamó embustero
y sacándose de la manga una carta que en una consulta previa los cuatro
detectives habían acordado jugar como último recurso le dijo:
- Hay un testigo con
vida. Perry. Alguien a quien pasasteis por alto.
Transcurrió un minuto
entero y Dewey disfrutó con el silencio de Smith, porque un inocente hubiera
preguntado quién era aquel testigo y quiénes eran esos Clutter y por qué creía
que él les había dado muerte…Hubiera dicho, en fin, algo. Pero Smith seguía callado,
frotándose las rodillas.”
(Pags. 296 y 297)
Con los dos en la cárcel
Perry y Dick, los
asesinos, esperan para ser juzgados en sendas celdas del Palacio de Justicia.
Desde una de ellas Perry contempla: “dos escuálidos gatos grises que aparecían
siempre al anochecer y rondaban la plaza, parándose a inspeccionar los coches
aparcados en su periferia, conducta que lo tuvo intrigado hasta que la señora
Meier le explicó que los gatos buscaban los pájaros muertos que habían quedado
en la rejilla de los radiadores de los coches. A partir de entonces le resultó
doloroso contemplar sus maniobras, concluyendo: Porque he pasado la vida
haciendo lo que ellos hacen. El equivalente.”
(Pag. 345)
Final
Muchos grandes relatos
se reconocen por su primera frase, pero yo en este caso prefiero la última. En
ella Capote lanza un claro mensaje de esperanza después de los horrores
relatados, con las muertes y el dolor desgarrador de personas, tanto inocentes
como culpables. Una amiga de Nancy, asesinada junto con sus padres y hermano,
está en el cementerio donde encuentra a uno de los policías que capturaron a
los asesinos. Ambos se despiden y el policía dice:
-“Yo me he alegrado
también, Sue. ¡Buena suerte!- le gritó mientras ella desaparecía sendero abajo,
una graciosa jovencita apurada, con el pelo suelo, flotando, brillante.
Nancy hubiera podido ser
una jovencita igual.
Se fue hacia los árboles, de vuelta a casa,
dejando tras de sí el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el
trigo encorvado”.
(pag. 444)
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